Primer centro que atiende adictos en una villa porteña


Funciona en el barrio Los Piletones, de Villa Soldati. Recibe a chicos y jóvenes de hasta 21 años, sobre todo víctimas del paco. Con promotores sociales, intentan recuperar sus vínculos familiares y que sigan en la escuela. Llevarán la idea a más lugares.
Cada noche, cuando su nena de un año se dormía, Lis fumaba pasta base. Quiso dejarla varias veces, pero siempre recaía. Incluso estando embarazada. Su mayor temor era que su bebé naciera con problemas, pero no podía parar . El paco la llevó a aislarse cada vez más. “Un día me di cuenta de que la estaba perdiendo a mi hija –cuenta–. Prefería estar fumando en vez de con ella”. Ese día, Lis, con 20 años y dos de consumo, buscó ayuda en Casa Lucero, el primer centro de atención de adicciones que funciona dentro de una villa porteña. Está en Los Piletones, Villa Soldati, y recibe a chicos de hasta 21 años.
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La salud mental fuera de los manicomios


La creciente incidencia de los trastornos neuropsiquiátricos sumada a que un alto porcentaje de personas afectadas por este tipo de padecimientos no recibe un tratamiento adecuado, plantea la necesidad de reformular los esquemas de atención existentes hasta el momento. En la Argentina el proyecto de ley Nacional de Salud Mental aguarda su aprobación en el Senado.
Hay alrededor de 110 millones de personas con enfermedades mentales en América Latina y el Caribe, pero entre un 75 y un 85% de ellas no recibe tratamiento alguno. El problema no es que falten centros especializados en la atención psiquiátrica, sino que por el contrario la Organización Mundial de la Salud (OMS) considera que ha llegado el momento de derribar las barreras que antes separaban a la salud mental de las otras áreas de la medicina, incluyéndola con énfasis en las políticas de salud y otorgándole un espacio dentro de los hospitales generales y centros sanitarios.
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El tango que cura


Suele decirse, con melancolía impostada, que el tango es un sentimiento triste que se baila. Pero ahora resulta que también cura, y por eso ha nacido la tangoterapia. En un reciente congreso internacional realizado en Buenos Aires, un grupo de médicos anunció la buena nueva: desplazarse en un par de baldosas al compás de una pieza de Anibal Troilo, Julio De Caro o Astor Piazzolla ayuda a combatir el mal de Parkinson, las enfermedades cardíacas, los problemas sensoriales, la esquizofrenia y la depresión.

«Estamos dando los primeros pasos», dijo con modestia el cardiólogo Roberto Schena, presidente del encuentro. No hablaba de coreografía, sino de las posibilidades de sanación

La psicóloga Rosa Sosnitsky, cantante vocacional, descubrió, durante sus visitas a los geriátricos, que los ancianos, al volver a bailar, se sentían más seguros y contenidos. Según la fisioterapeuta norteamericana Gammon Earhart, de la Universidad de Saint Louis, los pacientes con el mal de Parkinson que bailan tango refuerzan su equilibrio y ganan en agilidad de movimientos. La fisióloga Patricia McKinley, de la Universidad McGill de Canadá, habló de las posibilidades de estimular el sistema nervioso central en adultos mayores al ritmo de dos por cuatro.

Durante el congreso se contó asimismo la experiencia de un ballet de jóvenes con síndrome de Down. «Produce reacciones que los comunican más con el medio; desarrollan capacidades que desconocían o que tenían ocultas», comentó el cardiólogo Schena.

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